
Se pincha el fomo de la IA y llega la hora del balance
Tras una década de promesas desmesuradas, la inteligencia artificial deja de venderse como varita mágica y empieza a ser evaluada como lo que es: una infraestructura costosa, poderosa y limitada que ahora debe demostrar resultados concretos. El mercado empieza a exigir pruebas: adopción real, retorno medible y un modelo de negocio que cierre sin quemar fortunas en cómputo y data center.
















